Es oscuridad. No, no es oscuridad, es claridad. Tampoco, es una nebulosa. Estoy en el epicentro de la nebulosa. Tengo vagos recuerdos, me faltan partes de la historia. De mi historia.
El pasado se funde con el presente. Tal vez estoy viviendo el pasado. Tal vez no vivo en absoluto. En un universo paralelo no existo, por ende, estas palabras tampoco. Tomo conciencia de mi cuerpo y lo examino. Descubro y me adueño de cada parte de mi ser. Pienso cada hueso, cada articulación, cada poro, cada vena, cada arteria. Concluyo en un corazón que late. El disco de la luna debe de ser perfecto.
Siento mis pensamientos arremolinarse. Tal vez yo sea el remolino. Lo que fue se funde con lo que podría haber sido. Lo que será invalida a lo imposible. La brisa me eleva y dejo que las palabras fluyan como si no me pertenecieran. Siento el aroma de los eucaliptus y temo por mí. Temo por lo inevitable. Pero el temor se desvanece en pos de la resignación. La abrazo feliz y la dejo disfrazarse de valentía. Para qué arrebatarle la ilusión, cuando es aquello que me mantiene con vida.
M.
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