14 de abril de 2015

Norita, una judía sin culpas.

Andrés tuvo que mentir aquella noche de sábado para poder reunirse con su tía Norita Hensani, porque desde que ella se divorció en su familia era mal vista por casi todos. Pero tampoco los que tenían contacto con ella lo hacían de manera abierta, para no tener problemas. Este era el caso de Andrés quien en su casa, la hermana de su padre era destratada. Primero por haberse casado con un Goy y luego por haberse divorciado.
Se reencontraron en el funeral de un familiar entonces Norita le dijo que quería verlo para charlar con él. Una semana más tarde Andrés llamó a su tía y quedaron en verse para cenar. Aún teniendo 25 años tuvo que inventar que salía con amigos para no escuchar un sermón que derive en pelea.
Cuando Norita vio a su sobrino le sonrió como ella sabía hacerlo y lo abrazó fuerte, por todo el tiempo en que no se vieron. Pasaron a la sala donde todo estaba como lo recordaba Andrés, impecable, lujoso. Tomaron una gaseosa mientras charlaron de bueyes perdidos.
Luego pasaron al comedor y todo estaba servido como se acostumbra en las reuniones judías. Mantel blanco sobre la mesa, cubiertos de plata, platos de porcelana y copas de cristal. Andrés quedó sorprendido, tanto lujo para dos. Norita le dijo que tenía que aprovechar ya que no recibe muchas visitas. Rieron. Ambos compartían el mismo humor.
De entrada comieron unos keftes de espinaca, una especie de albóndigas, y bebieron vino tinto.  Andrés recordó a Omar el ex marido de Norita, a quien luego del divorcio no se lo volvió a ver nunca más. Norita hacía años que no asistía al templo, a causa de su divorcio era objeto de habladurías y murmuraciones.
De plato principal degustaron Salayan, una especie de patys pero largos. Andrés le preguntó a su tía si no extrañaba asistir a al templo. Ella le respondió que no, que a Dios se lo lleva en el corazón y no se sentía en falta con su fe. Que Dios es amor. Que la religión las organizan y dirigen los hombres, que son quienes prejuzgan y señalan con el dedo. Pero que a ella nunca le importó ser señalada por no vivir dentro de los parámetros, ella había encontrado su felicidad dentro de sí misma y honraba a Dios al no traicionarse a sí misma.
Para el postre Rugelach de frambuesa y damascos, una delicia de la comida judía. Todo fue risas hasta que Norita le hizo saber a su sobrino que no estaba solo. Al principio Andrés no entendió a que se refería su tía. Ella fue entonces directa y le dijo que cuando él considere contarle a sus padres que era gay cuente con su apoyo. Andrés no supo que decir, lo descolocó el comentario de su tía, trató de negarlo, pero fue en vano. Luego de varias lágrimas terminó por confesarle que estaba en lo cierto.
Con el tiempo Andrés se fue a vivir con su tía Norita ya que como era de esperar, tener una elección sexual diferente desató una tormenta de arena en el desierto. Los padres de Andrés culparon a Norita de llevarlo por el mal camino.
Andrés optó por dejar de asistir al templo ya que su simple presencia despertaba miradas de desprecio. Con todo el dolor del mundo entendió que como decía su tía Dios no habitaba en ese lugar, ni en ningún otro lugar físico. Sino en lo más profundo de su ser.

Alito

2 comentarios:

  1. La culpa nace cuando pensamos que esta mal algo que hicimos. Algunos no la tienen, otros pueden lidiar y apartarla de su camino, y hay quienes viven con la culpa el resto de su vida. Yo banco a Norita

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  2. Me encantó la historia, me he sentido reflejado en ella...

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