27 de febrero de 2015

Contraste



Contraste es recordarlo lleno de vida, ahora que todo parece costarle tanto. Saber que no va a volver a ser el que fue, que no queda más.
Su paso es cansino. La vida fue buena con él, pero lo bueno termina  y la enfermedad avanza. Va a través de su cuerpo a ritmo lento pero gradual. Lo consume, me consume a mí también. Sé que está ahí, sé que no puedo hacer nada por repararlo. Quisiera ponerle el cuerpo, pero no puedo. Me mira con ojos que me dice que no me preocupe, que es lo que debe ser.  Entonces lo acaricio y se queda tranquilo, adormecido.
Lloro. Por nada en particular, sino porque no hay otra cosa que pueda hacer. No encuentro la forma de mantener la frente en alto en este momento. Tampoco encuentro la forma de agradecerle por tanto. Supongo que todos atravesamos en algún momento una situación similar, pero eso no lo hace más llevadero.  Los días son largos, las noches mucho más.
Supongo que este momento va a pasar, que en algún momento lo voy a sentir lejano.  Mientras ese momento llega, pierdo la mirada y siento la brisa en mis mejillas húmedas.
M.

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