16 de marzo de 2015

Musa

A veces me pasa que me siento acompañado, por ella, por ella y nadie mas.
Hace unos años emprendí el viaje de mi vida, decidí dejar todo, y a todos, irme del mundo y me reconocí como un viajero.
Tengo treinta años y un pasado sin incidentes, si creen que un par de locos llorando en una ventana es un incidente es que no están tomando bien la medicación, por ello decidí que ya no necesitaba mucho mas.
Unas mudas de ropa, un bolso resistente y un par de billetes... el resto lo conseguiría con voluntad y perspicacia.
Tome todas mis cosas y las vendí por unas monedas, libros y videojuegos, electrodomésticos y memorias... todo se fue.
Al momento de partir me di cuenta que ella venia conmigo, quizás como una amante en un baúl o un parásito debajo de una capa de piel, ahí estaba ella.
Ella ha estado ahí desde que tengo uso de razón, es una constante en mi vida y creo que en la de todos. No voy hablar de ella como un algo o un alguien, sino como una existencia sin definición.
Como sabia que me acompañaba no me preocupe, como sabia que me seguiría sin importar lo que decidiera me relaje.
Pasaron dos años y nunca me arrepentí de nada, ni de traerla conmigo.
Hoy ella es mi mejor versión, la que me completa, la que me lleva sin querer (o queriendo) a los lugares mas oscuros y a los momentos mas luminosos.
Es ella y, lo decía Andrea Bocelli, yo solo vivo por ella.

Ella es el final de cada uno de mis principios.

Tin

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