17 de marzo de 2015

Efectos colaterales

Así como todo lo que uno lee no es literatura, aunque sea publicado en formato de libro, no todo lo que suena es música. Me niego a creer que eso que mi vecino compartió el domingo con todo el vecindario, desde las once de la mañana hasta las ocho de la noche lo sea.
La verdad que no me ocupa lo que cada uno consuma, de hecho no pongo en discusión el gusto que cada uno tenga. Lo que sí me molesta es la falta de respeto, de consideración. Es preciso que el barrio entero escuche frases como “…el que no hace palmas es un culo roto”. Es que era un álbum en vivo. Lo mismo me hubiera parecido si escuchaba a la Sinfónica de Londres.
Qué importa si quería dormir, estudiar, o simplemente poder escuchar claramente un cd o mirar una película. Es como el muchacho que va en el transporte público escuchando su lista de reproducción sin auriculares.
Estás cosas son las que me ponen creativo y pienso en una continuación de Relatos Salvajes, donde todo termina en sangre y una gran explosión como en la historia de Leonardo Sbaraglia o Ricardo Darín. Sacan mi lado B.

Comprendo que se quieran divertir, relajar, pasarla bien pero… ¿Es preciso hacerlo a todo volumen? Sé que la música es liberadora pero logran que me encierre en mi habitación. Después pienso que debería comprarme un parlante y poner música al mango cuando ellos no escuchan nada, pero seguramente van a disfrutarla…Juro que no quiero caer en tildarlos de negro de mierda, pero trabajan duramente domingo tras domingo para eso. 

Alito

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