10 de abril de 2015

Enemigos

Los amigos son incondicionales. A los amigos los queremos así como son y ellos nos quieren así como somos. Nada se concluye de esta relación.
Quién nos da entidad en la vida, no son los amigos, sino los enemigos. Los enemigos nos mantienen en guardia, siempre esperando un error que nos deje al descubierto. Los verdaderos enemigos son quienes prueban nuestra inteligencia.
Nuestro honor, nuestra reputación y hasta nuestra integridad están en juego a la hora de habla de enemigos. Manuel Dorrego y Juan Lavalle tal vez no hubiesen quedado en la historia, el uno sin el otro. Tal vez Sábato no hubiese escrito tan brillantemente de no tener a Borges en la vereda contraria.
En la enemistad hay un factor clave: nuestro enemigo tiene que diametralmente opuesto a nosotros o exactamente igual, solo que no estamos dispuestos a admitirlo. A veces los buscamos. Otras, nos encuentran.  Pero en el buen enemigo la oposición convive con la admiración. Aquellos que no están a la altura son rechazados, ignorados. Aquellos a los que seguimos de cerca, son los que consideramos pares. Son los que nos marcan quiénes somos, nos vemos a través de ellos. Nos dan su opinión sin ningún reparo, de una manera que nunca dirá un amigo. Por eso, un enemigo marca el camino con mayor prestancia que un amigo, Oscar Wilde lo sabía muy bien cuando dijo Como no fue genial, no tuvo enemigos.

M. 

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