Una vez creí que
podía prescindir de ellos.
Hubo un día en el
que me alejé de todos aquellos que había conservado a lo largo de mi vida, y me
quedé sola.
La soledad fue mi
única amiga durante un par de años, hasta el punto de hacerme creer que jamás
iba a volver a necesitar a nadie.
Pero poco a poco,
alguien logró romper la barrera que tanto tiempo me había costado
construir. Hubo alguien que con mucha paciencia, cariño y perseverancia
se fue acercando mi cada vez más, y me sacó de mi aislamiento.
Por primera vez en
mucho tiempo, no estuve (ni me sentí) sola. Comencé a compartir momentos
con una persona que no era de mi familia, y eso estaba bueno.
La amistad se fue
haciendo cada vez más estrecha, se integró mucha más gente al dúo, y yo comencé
a relacionarme con el mundo desde otro lugar.
Ahora yo también
formaba parte del “resto”…
Ese amigo se
convirtió en una parte de mí, tan importante como cualquiera de mi familia.
No me va a
alcanzar la vida para agradecerle el esfuerzo, la paciencia y el amor con el
que me sacó hasta con empujones (literalmente) de mi encierro.
Los amigos a veces
pueden salvarte la vida…
Gracias!
Siempre.
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