9 de abril de 2015

Pablo


Una vez creí que podía prescindir de ellos.  
Hubo un día en el que me alejé de todos aquellos que había conservado a lo largo de mi vida, y me quedé sola.
La soledad fue mi única amiga durante un par de años, hasta el punto de hacerme creer que jamás iba a volver a necesitar a nadie.
Pero poco a poco, alguien logró romper la barrera que tanto tiempo me había costado construir.  Hubo alguien que con mucha paciencia, cariño y perseverancia se fue acercando mi cada vez más, y me sacó de mi aislamiento.
Por primera vez en mucho tiempo, no estuve (ni me sentí) sola.  Comencé a compartir momentos con una persona que no era de mi familia, y eso estaba bueno.
La amistad se fue haciendo cada vez más estrecha, se integró mucha más gente al dúo, y yo comencé a relacionarme con el mundo desde otro lugar.  
Ahora yo también formaba parte del “resto”…
Ese amigo se convirtió en una parte de mí, tan importante como cualquiera de mi familia.
No me va a alcanzar la vida para agradecerle el esfuerzo, la paciencia y el amor con el que me sacó hasta con empujones (literalmente) de mi encierro.
Los amigos a veces pueden salvarte la vida…

Gracias!


Siempre.


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