18 de mayo de 2015

Cada uno por su lado.

Suspender el casamiento dos semanas antes de la fecha trajo sus consecuencias. Era predecible.
Andrea  llegó al barcito de la calle Perú, llevaba  el pelo recogido en un rodete y puestos los lentes negros que le disimulaban los ojos hinchados y rojos de tanto llorar. Se sentó en una mesa pegada a la ventana y ahí se quedó viendo la gente pasar.  El mundo no la entendía, el mundo la trataba de loca por no querer casarse con Jorge, su novio de hace cuatro años.  Pero ella no se movía ni un milímetro de su decisión. La decisión estaba tomada.
Jorge llegó diez minutos después de lo acordaron, entró. La vio de inmediato. No le fue difícil distinguirla entre los demás clientes del lugar. Se acercó a la mesa y se sentó, no la saludó.
-¿Cómo sigue esto?- preguntó Jorge
-Sigue, si así vos lo deseas, sin ataduras. Sin papeles. Cada uno en su casa.
-Casarnos fue tu idea, hasta donde  yo recuerdo.
-Lo sé y es eso lo que pone mal. Quise cumplir con los mandatos de la sociedad, dejar de ser la rebelde, la que va en contra de todo. En un momento me proyecte hacia el futuro y me di cuenta del error. No digo con esto que casarse es un error, pero sé que no es para mi.
-Ni para mí- le dijo Jorge, mientras le tomaba la mano- Andrea lo quedó mirando
-¿En serio? ¿Por qué no me dijiste nada?-Le preguntó Andrea mientras se acomodaba en la silla.
-No quiero una vida como la que llevaron mis viejos, ni como la que llevan mis hermanos. Tampoco una vida como la que ya tuve. No quiero tener que bancarme el calor porque vos sos friolenta- le confesó.
-Ni yo de soportar los partidos de futbol desde que abro los ojos hasta que los cierro.
Ambos rieron.
Andrea y Jorge venían de convivencias que fracasaron. Sabían que querían y qué ya no. La cosa había funcionado más que bien hasta que la idea del casamiento se interpuso entre ellos. Ninguno quería exponerse al desgaste que provoca la convivencia. Cada uno se encontraba feliz en su propia casa, lugar de encuentro más de tres veces por semana. Había una convivencia no plena, no obligada. Por qué cambiar la fórmula que les había resultado entonces. Ellos ya conocían el lado B del amor y no querían eso para ellos.
A la mañana siguiente el sol, los encontró durmiendo en la misma cama. Después de haber disfrutado de una noche como las que ellos sabían crean.


Alito.

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