Suspender el casamiento dos
semanas antes de la fecha trajo sus consecuencias. Era predecible.
Andrea llegó al barcito de la calle Perú,
llevaba el pelo recogido en un rodete y
puestos los lentes negros que le disimulaban los ojos hinchados y rojos de
tanto llorar. Se sentó en una mesa pegada a la ventana y ahí se quedó viendo la
gente pasar. El mundo no la entendía, el
mundo la trataba de loca por no querer casarse con Jorge, su novio de hace
cuatro años. Pero ella no se movía ni un
milímetro de su decisión. La decisión estaba tomada.
Jorge llegó diez minutos después
de lo acordaron, entró. La vio de inmediato. No le fue difícil distinguirla
entre los demás clientes del lugar. Se acercó a la mesa y se sentó, no la
saludó.
-¿Cómo sigue esto?- preguntó Jorge
-Sigue, si así vos lo deseas, sin
ataduras. Sin papeles. Cada uno en su casa.
-Casarnos fue tu idea, hasta
donde yo recuerdo.
-Lo sé y es eso lo que pone mal.
Quise cumplir con los mandatos de la sociedad, dejar de ser la rebelde, la que
va en contra de todo. En un momento me proyecte hacia el futuro y me di cuenta
del error. No digo con esto que casarse es un error, pero sé que no es para mi.
-Ni para mí- le dijo Jorge,
mientras le tomaba la mano- Andrea lo quedó mirando
-¿En serio? ¿Por qué no me dijiste
nada?-Le preguntó Andrea mientras se acomodaba en la silla.
-No quiero una vida como la que
llevaron mis viejos, ni como la que llevan mis hermanos. Tampoco una vida como
la que ya tuve. No quiero tener que bancarme el calor porque vos sos friolenta-
le confesó.
-Ni yo de soportar los partidos
de futbol desde que abro los ojos hasta que los cierro.
Ambos rieron.
Andrea y Jorge venían de
convivencias que fracasaron. Sabían que querían y qué ya no. La cosa había
funcionado más que bien hasta que la idea del casamiento se interpuso entre
ellos. Ninguno quería exponerse al desgaste que provoca la convivencia. Cada
uno se encontraba feliz en su propia casa, lugar de encuentro más de tres veces
por semana. Había una convivencia no plena, no obligada. Por qué cambiar la
fórmula que les había resultado entonces. Ellos ya conocían el lado B del amor
y no querían eso para ellos.
A la mañana siguiente el sol, los
encontró durmiendo en la misma cama. Después de haber disfrutado de una noche
como las que ellos sabían crean.
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