18 de febrero de 2015

Compras compulsivas

Y de la nada abrís los ojos y te das cuenta que algo anda mal. Al principio no sabes bien lo que es, pero a medida que pasan las horas, lo vas entendiendo. Es una soledad que te ataca y te oprime el cuerpo. Un vacio inmenso que no parece tener fin, pero es solo cuestión de respirar hondo y estirar tu mano hasta tu bolsillo. Ahí está la solución. La cura a ese mal que te acecha de vez en cuando (o todos los días). La respuesta es un plástico milagroso que tiene tu nombre escrito, aunque a veces también lo es un pedazo de papel de color con numeritos en las esquinas. Con eso en manos ya sabes que ese vacío se llena con una cosa. Compras. Compras compulsivas llevadas por una sensación idiota que no sabemos cómo manejar, porque hasta la compra más insignificante y pelotuda nos deja satisfechos, sintiendo que nuestra vida va ser mejor y que con eso que acabas de pagar va a llegar la felicidad adornada de colibríes y rosas rococó, cuando en realidad solo era una puta plancha de stickers de Pokemon tipo fuego. Las compras compulsivas son así, te prometen un mundo de satisfacción cuando a veces solo te traen deudas, pero no podemos frenar porque es nuestra pequeña dosis de felicidad. Comprar y comprar. No importa si es algo grande y costoso o pequeño y barato, lo que en verdad uno compra es la sensación de felicidad que dura lo que tiene que durar y si no dura demasiado… solo sonreímos porque aun tenemos disponible en la tarjeta para seguir comprando felicidad instantánea.

RICHARD

No hay comentarios.:

Publicar un comentario