10 de febrero de 2015

El temor a la hoja en blanco. 

Me preguntan por el temor a la hoja en blanco. La verdad que a mi edad ya casi no hay temores, quizás mi mayor temor hoy sea, no tener una muerte digna.
El temor a la hoja en blanco, es el temor a lo desconocido, a lo incierto. Claro que he vivido esa sensación más de una vez, con casi ochenta años la he experimentado muchas veces. En los pocos años que pude asistir a la escuela la viví en cada prueba, siempre fui dura para las cuentas, las tablas y las divisiones.
Luego de la primer desilusión amorosa me quede en blanco como un papel, y tuve miedo del porvenir. Creí que jamás podría superar aquel dolor. Pero poco a poco conseguí encontrar las letras para ir escribiendo el libro de mi vida.
Cuando me encontré con la noticia que sería madre también esa sensación me invadió, pero una va aprendiendo a medida que los hijos van creciendo. Aunque le confieso que ser padres es una tarea que nunca termina.
Después de cumplir cincuenta el teléfono que está en la sala sonó y la noticia del accidente donde mi marido perdió la vida fue una hoja en blanco que no supe como llenar. Pero tenía a mis hijos que todavía me necesitaban, así que saqué fuerzas de donde no tenía para continuar viviendo. Y atravesé ese dolor.
Luego he tenido hojas en blanco más simpáticas, como cuando me enfrenté a la computadora en un curso que hice para aprender a manejarla. Y a pesar que me costó puedo hoy mantener contacto con Manuel, mi hijo que allá por el 2001 se fue a España. Como muchos en esa época. Todo lo referente a las tecnologías para las mujeres de mi edad es una hoja en blanco, que nos paraliza.
Pero mire, la hoja en blanco que más me cuesta afrontar es la de la vida. Sí, la de la vida. Vea, hace más de quince años mi hijo mayor Jóse, salió a practicar ciclismo como cada vez que podía. Esa semana había nevado bastante, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Bueno para no hacerle el cuento largo, falleció en un accidente. Es que la nieve es tan blanca, tan resbalosa. Jóse no llegaba a los treinta cuando falleció, un hermoso muchacho sano, con un futuro prometedor. Que le voy a decir , después de todo usted sabrá como somos las madres.
Desde aquel día todos los días son una hoja en blanco, no importa cuanto tiempo haya pasado, para mí siempre es un volver a comenzar. Cada mañana rezo al abrir los ojos y le pido que me proteja, me ayude. Es una manera de tenerlo más cerca, de sentirlo presente. De saber que no estoy sola, cómo cuando era una niña y asistía a la escuela y tenía que enfrentarme al miedo que me provocaba la hoja en blanco cuando sabía que no había estudiado.

Y así como me ve, faltan hojas en blanco por completar. El mes que entra voy a viajar por primera vez en avión, sí con mis años voy a subirme a esas cosas que andan por los cielos. Me voy a vivir a Sevilla con Manuel, mi nuera y mis nietos. Dicen que debo instalarme allá ahora que mi nieto mayor va ser papá. Ve, sigo enfrentando retos. Completando hojas. 

Alito

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