Los sapos nunca se transforman en príncipes.
¿De dónde salió eso? Ni que fuéramos chicos de jardín de infantes. El sapo es
sapo y los príncipes son de Disney o
tienen títulos nobles y les aseguro que no viajan en transporte público.
Facebook, Twitter,
Badoo, Instagram, MyEspecial, todas redes sociales que se utilizan para conocer
gente. Un lugar dónde uno se expone y se vende de alguna manera para llamar la
atención del otro. Una forma divertida de conocer gente, pero nada más. El
error es cuando creemos esos lugares son los charcos proveedores de los sapos
en cuestión. Y estamos de acuerdo que una cosa es apasionarse y otra es
colgarle milagros al personaje en cuestión. Entiendo que al principio es
maravilloso y que casi es el príncipe que despertaba a La Bella Durmiente de su
hechizo. Pero acá el hechizo se termina (en el 90 % de las veces) cuando damos
rienda suelta a la pasión. Tampoco digo de andar por la vida sin esperanzas,
sin anhelos. Lo que digo es que volemos un poco más bajo, al menos al principio
y que poco a poco las cosas vayan tomando forma. Porque seamos bien honestos
¿cuánta responsabilidad nos cabe cuándo el príncipe se nos transforma en sapo?
Esto sucede desde
que el mundo es mundo y no es solo un modo de pensar de las mujeres habrán
visto que muchos muchachos se creen o esperan a su “Princeso”, bue…esto es un
capítulo aparte, sin dudas.
Propongo que veamos
con más realidad. Ese chico que nos desnuda con la vista en el tren San Martín
y que al bajar busca conversación es eso, un chico. Nada de príncipes, no nos
expongamos al sufrimiento. Ese chico al que le pasamos el whatsApp cuando
fuimos a bailar, por ahí cuando se despierte nos escriba o quizás ni recuerde
quiénes somos y termine por bloquearnos y eliminarnos.
Así vamos por la
vida sobrevalorando a los sapos, besándolos, creyendo que con ese beso el
hechizo se va a romper. Esas son cosas de cuentos de hadas. Sino miren a las
familias de la nobleza, dónde sí hay príncipes pero tienen cada mambo. La
felicidad no radica en “la perfección”. Besemos apasionadamente a ese sapo,
sabiendo que es eso, un sapo. Uno más del montón. Al menos por el momento,
quizás, luego la historia sea otra.
Alito.
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