Hoy esto iba a comenzar de otra manera, hoy iba a contarles todas las
propiedades de los príncipes en contraste con los sapos, pero no.
Los sapos no son príncipes, los príncipes no son sapos, y eso chicos
(ustedes del otro lado de la pantalla) es el inicio de todo caos… el sapo que
nunca será príncipe.
Ayer, domingo, mientras meditaba que hacer conmigo me vino a la mente
la película que había vivido los últimos meses.
Recuerdo haber encontrado tantos sapos, en el último año, como humedad
hay en las paredes de mi antigua casa, y
es mucha humedad.
Soy un hombre iluso, siempre
fantaseo que ese hombre fuerte y valeroso montado en un corcel blanco, se
acepta con auto también, me va rescatar de todas mis desventuras, que va a ser
el mata dragones. Tristemente nunca ha pasado, soy la prueba viviente (como
tantos otros) de que el príncipe no es sino un invento, un producto generado
por una publicidad nefasta que nos ha dejado un mal sabor de boca…
Hace unos meses conocí a un hombre que me parecía interesante, mayor de
treinta, soltero, dueño de su propia vida, un galán exuberante, demasiado
bueno… y si, era demasiado bueno.
Ese hombre maravilloso pasó por varios estadios en mi mente, los
clásicos, hasta que llegó al final “el sapo”.
Es parte del encanto inicial ver al otro perfecto, una héroe
santificado, y con el tiempo ir desgastando esa imagen hasta hacerlo mortal, es
parte del proceso de decantamiento.
El sapo no tiene consideración por nada, es repulsivo, un sujeto
desagradable, nuestra peor pesadilla.
Imaginen a un hombre que no solo
no puede vivir sin ustedes, sino que no los deja vivir tampoco.
Y ayer lo entendí, los príncipes nunca existieron fuera de los cuentos.
Y pensaba, he besado tantos
sapos que ya no sé si un poco de ellos ha quedado en mi y ahora soy tal como ellos son para mi, un ser sin escrúpulos,
investido de medallas de lata y caballos de cartón, un personaje repugnante y
baboso que infla sus pulmones haciendo un llamado encantador e hipnótico…
¿Será por eso que solo encuentro sapos?
¿Será que la llamada naturaleza nos junta siempre con nuestra misma
especie?
Nosotros que no vemos lo que queremos, y que nos vemos como queremos,
aspiramos a ese príncipe que no es y terminamos renegando de ese sapo, que
junto a nosotros es un mismo ser (si, todos salimos de la laguna y no de la
azul)
Abracen a sus sapos, conviértanlos en sus príncipes, pero no renieguen
si vuelven a ser sapos… es evidente que los cambios tienen un limite y
justamente no es de sapo a príncipe.
Mientras tanto nosotros nunca dejamos de fantasear lo contrario por que
Disney así lo ha dictaminado y por que un día alguien nos va a reclamar como
dueño de su corazón y de su castillo.
Croac mon amour
Tin
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