Quien ejerce el control marca límites que el resto acata. Pero, ¿Cuáles son esos límites? El Gran
Hermano sería muy claro en ese punto. Todo es
controlable. El trabajo, la rutina, las relaciones personales, el pensamiento.
La verdad.
La verdad es un término
tan totalitario como inútil. No existe una verdad absoluta.
Verdad es lo que cada uno de nosotros comprendemos como verdadero desde nuestra
subjetividad. Hay tantas verdades como puntos de vista y, lo que es verdad para
uno, puede ser completamente falso para otros. Lo que, a mi entender, es
verdadero en este momento, puede dejar de serlo en el futuro.
Pero una cosa es la subjetividad de la verdad
y otra la manipulación. La verdad deja de ser lo que es para
ser lo que yo necesito que sea. El precio es indiferente. Los diarios escribirán las noticias de mañana,
sabiendo que la realidad se amoldará a ellas. La
profecía auto cumplida. Entonces existirá la policía del pensamiento y se piensa todo
aquello que es funcional ser pensado. El resto, es censurado. Pensar es un
delito y tener iniciativa otro todavía
más grave. Somos estereotipados, porque
aquello que conocemos es fácil de controlar. Lo que desconocemos
resulta peligroso.
El control total es tan ficticio como el
absoluto de la verdad. Lo prohibido es aquello que anhelamos y la valentía se funde con la estupidez con demasiada frecuencia.
M.
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