Anastasia era una princesa, y Samanta lo sabía... sabía que Anastasia nunca le iba a dar el gusto y había decidido matarla esa noche, preparó el veneno y la esperó con las copas para brindar.
Anita era una increíble mujer que vivía sumida en sus novelas, en la permanente fantasía de los galanes y las heroínas. Ella solo necesitaba a esas mujeres fuertes que todo lo podían. Ella solo necesitaba vivir a través de su maravillosa Anastasia, para que el ruidoso quejido de su madre -de ochenta y pico- no la sustrajeran de su realidad rosa miraba fijamente la pantalla, casi como leyendo los labios de los personajes.
Ana, Anita para la tía Yolanda, era solitaria, vagaba en pantuflas desde el living al jardín de invierno todos los días.
Para Ana todo era una perdida de tiempo, menos su adorada Anastasia en la tv.
Anastasia odiaba a Samanta y tenía sus razones, razones que ameritaban el veneno que le había colocado a Samanta en la copa; el problema sería la ley... pero siempre podía contar con Anita, su única amiga en el mundo.
Tin.
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